Sanidad alimentaria para quién - La opulencia de las corporaciones contra la salud de la gente

En 2009, 200 mil kilos de carne contaminada con una letal bacteria resistente a los antibióticos llegaron hasta los niños de muchas escuelas estadounidenses, antes de que la segunda empacadora más grande del país lograra requisar la carne envenenada. Un año antes, en China, seis bebés murieron y 300 mil más se enfermaron de gravedad con afecciones renales cuando uno de los principales productores de lácteos, a sabiendas, permitió que se le introdujera un químico industrial a sus reservas de leche. Por todo el mundo, la gente enferma y muere como nunca antes a causa de la comida que ingiere. Los gobiernos y las corporaciones responden con toda clase de normas y regulaciones, pero pocas de éstas tienen algo que ver con la salud pública. Los acuerdos comerciales, las leyes y los estándares privados, que se utilizan para imponer esta versión de la "inocuidad alimentaria" únicamente consolidan más los sistemas alimentarios corporativos que nos enferman, mientras devastan los sistemas alimentarios locales, comunitarios, que en verdad nos alimentan y cuidan de la gente, que están basados en la biodiversidad, los saberes tradicionales y el comercio o intercambio a nivel local. La gente resiste, sea con movimientos contra los transgénicos en Benin o contra la enfermedad de las "vacas locas" en Corea, o mediante campañas para defender a los vendedores callejeros en India y la leche sin pasteurizar en Colombia. La cuestión de quién define la "sanidad o inocuidad alimentaria" se vuelve más y más central en la lucha por el futuro de la alimentación y la agricultura.

Lea el texto íntegro de este Documento de análisis aquí:

FUENTE: Novedades GRAIN 18 de junio de 2011

Los sistemas de garantía participativa se basan en la confianza y su gestión colectiva a nivel local

María de Carmen Cuéllar, doctora en Agroecología, Sociología y Desarrollo Rural Sustentable por la Universidad de Córdoba
Tesis doctoral de Mamen Cuéllar Padilla sobre garantía participativa en agroecología

María del Carmen Cuéllar, que participó en las jornadas, organizadas por COAG Andalucía y la Federación de Asociaciones de Mujeres del Mundo Rural (Ceres) y celebradas el pasado 7 de junio en Granada, es autora de la tesis doctoral “Hacia un sistema participativo de garantía para la producción ecológica en Andalucía”, presentada en el Instituto de Sociología y Estudios Campesinos del departamento de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Córdoba. Es un tema de gran interés social y de plena actualidad.

Entre las conclusiones de su tesis destaca en primer lugar que la base sobre las que construir un marco conceptual en torno a los Sistemas de Garantía desde la Agroecología son las relaciones de confianza cuyo desarrollo es de ámbito local (relaciones de proximidad, mecanismos de comunicación continuos, etc.). En este sentido, aboga por una gestión colectiva de la confianza dentro de los grupos de personas productoras y consumidoras ecológicas, frente a la imposición de la garantía como una gestión institucional y/o privada – particular de la confianza.

Asimismo, se muestra muy crítica con los sistemas de certificación por tercera parte estudiados, ya que “penaliza e, indirectamente, excluye a la agricultura familiar diversificada” y es “un mecanismo de garantía nada transformador y profundo a nivel socioeconómico y ecológico”, entre otros argumentos.

Extractos de las conclusiones de su tesis

“La garantía participativa construye la confianza en los productos ecológicos desde el fomento de las redes de relaciones solidarias, así como desde el control social comunitario que se da de forma natural en grupos organizados en torno a la producción ecológica. La garantía, así entendida, retoma la tradición de gestiones colectivistas que, en torno a bienes comunales y otros, se ha dado en nuestros contextos a lo largo de la historia (p.e. las Comunidades de Regantes). Evidentemente, esto no excluye la existencia y, en muchos casos, la necesidad de conservar la certificación por tercera parte como mecanismo válido de garantía. En efecto, en aquellos contextos donde los intereses individuales se mantengan por encima de los colectivos y no sea posible establecer una gestión colectiva de la confianza basada en relaciones de solidaridad, una mediación externa para el proceso de garantía será necesaria”, señala en su tesis.

Otra de sus conclusiones es que los Sistemas Participativos de Garantía generan en los territorios procesos de cambio social agroecológico, “facilitan la agroecologización de grupos, tanto de productores como de consumidores, en todas las dimensiones: la ecológico – productiva, fomentando procesos de mejora productiva continuados; y la socioeconómica, a través del impulso de canales cortos de comercialización y de relaciones solidarias y de apoyo mutuo. En el marco político cultural, fomentan las características endógenas del grupo o territorio, así como procesos estables en el tiempo al construir articulación social”.

Pequeña agricultura

“La garantía participativa es un medio para defender a la pequeña agricultura diversificada frente al proceso de mercantilización y de desaparición al que se ve abocada (las cifras del sector oficial de la producción agraria ecológica lo muestran). En consecuencia, es un mecanismo que permite defender las estructuras productivas y sociales de zonas denominadas por el sector público como “desfavorecidas”, que son en realidad zonas excluidas de las tendencias economicistas del sistema económico e institucional actual. Esta defensa de la pequeña agricultura se establece en base a un mecanismo que transforma costes y pago de servicios por implicación personal y construcción de redes; que concibe la producción ecológica como una actitud, evaluando la forma de producción en su conjunto y no productos aislados de sus contextos y; que se sustenta en procedimientos burocráticos diseñados por las propias personas implicadas y gestionados de forma colectiva.
¿Cuáles son los problemas que la certificación por tercera parte plantea al sector de la producción agraria ecológica?

“Los datos que arrojan las cifras oficiales del sector ecológico europeo, español y andaluz son muy elocuentes: las superficies medias son más del doble que en la actividad agraria convencional, con una tendencia al aumento y; existen producciones relativamente importantes en el sector convencional que en ecológico apenas son representativas. Se trata de subsectores productivos, en general, que se sustentan en pequeños y medianos tamaños de fincas y que suelen tender a la diversificación de manejos.

Las causas de esta deriva del sector ecológico hacia grandes superficies y monocultivos pueden ser muchas pero, analizando el modo de operar de la certificación por tercera parte, que es el mecanismo oficial para reconocer como ecológica una producción, podemos encontrar algunas de ellas. Fundamentalmente podemos identificar dos, derivadas de la compleja estructura de funcionamiento de las entidades técnicas de intermediación en la garantía: los elevados precios del servicio y los elevados niveles de burocracia. Ambos son similares para cualquier operador, independientemente de la superficie o la producción que maneje y del número de empleados/trabajadores con los que se maneje el predio. Además, tanto los costes como el nivel de burocracia aumentan en función del número de aprovechamientos que se lleven a cabo, esto es, de la diversificación productiva. De esta forma, la certificación por tercera parte penaliza e, indirectamente, excluye a la agricultura familiar diversificada.

En este sentido y en base a los propios datos oficiales, la crítica que se puede plantear a la certificación por tercera parte es la incoherencia que este mecanismo, impuesto por la Regulación pública, presenta con las numerosas políticas y planes de desarrollo rural elaborados en nuestros contextos, en los que se plantean como zonas prioritarias aquellas donde predominan las fincas agrarias de tipo familiar y pequeña escala (zonas desfavorecidas, zonas de montaña, etc.). Sin embargo, el apoyo público a estas zonas no va dirigido a cambiar aquellas estructuras y procedimientos que las excluyen. La lógica de las políticas públicas agrarias y rurales va en la línea de las subvenciones públicas para mitigar determinados efectos y fomentar otro tipo de actividades.

Desde una perspectiva agroecológica, la crítica es mucho más profunda, dando contenido a ese posible cambio de estructuras que apoyaría de forma sistémica y profunda a la agricultura familiar diversificada. Desde las visiones agroecológicas, el problema de la certificación por tercera parte es fundamentalmente político, ya que representa un mecanismo de garantía nada transformador y profundo a nivel socioeconómico y ecológico. La principal causa es su propia lógica de funcionamiento: en la generación de confianza entre producción y consumo, ambos grupos de actores son relegados a un papel pasivo, instaurando la lógica de la delegación de responsabilidades en una figura y un procedimiento de intermediación de carácter técnico. En este sentido, no potencia ni valora procesos de organización y articulación social, sino que simplemente los ignora. La garantía se transforma en el pago de un servicio de auditoría, excluyendo otros modos de confianza basados en la sistematización de relaciones de apoyo mutuo y de solidaridad, o en un control social comunitario. Las dimensiones de la problemática que genera la certificación por tercera parte están relacionadas con: la figura técnica de intermediación y su modo de funcionamiento y; el concepto de producción ecológica que subyace detrás de estos mecanismos, en base a las dimensiones que contempla y sus contenidos.

La responsabilidad asumida por la figura técnica de intermediación es dar garantía de que lo que se intercambia cumple unas determinadas normas establecidas. Para ello, establece un procedimiento de control que es considerado insuficiente, ya que se centra en una visita anual, de unas horas, por parte de una persona técnica ajena al territorio.

Esta debilidad se ve agravada en aquellos contextos donde se privatiza la generación de credibilidad: cuando son empresas privadas las que gestionan la cuestión de la garantía en las producciones ecológicas. Son varios los riesgos en estos contextos: a) las entidades certificadoras privadas pueden necesitar recortar gastos, lo que sólo puede hacerse a través de un número menor de visitas anuales para un mismo número de operadores/a, o bien a través de un mayor número de visitas anuales por técnico/a inspector. En ambos casos la calidad del mecanismo de inspección (base de este procedimiento de garantía) disminuye considerablemente.

Aparte de sus debilidades intrínsecas, la certificación por tercera parte impone una dependencia absoluta de los territorios y las personas de entidades externas. De esta forma se imponen en la garantía unas relaciones de poder verticales, en las que las personas productoras y consumidoras ocupan el último eslabón. Además, es un procedimiento no transparente, donde prima la confidencialidad, impidiendo procesos de valoración o de rechazo sociales que representan mecanismos básicos de articulación social.

En lo que respecta al concepto de producción ecológica que subyace en estos mecanismos, concluimos que son procedimientos que no dan garantía de un sector ecológico sustentable. Los estándares en los que se basan sus evaluaciones y su modus operandi frenan y desincentivan el desarrollo de propuestas agroecológicas en los territorios, por dos características fundamentalmente: a) están basados en uno indicadores simplistas, para facilitar su evaluación en las cortas visitas de inspección; establecen la garantía como un examen, que se aprueba o se suspende, sin establecer recomendaciones ni fomentar procesos de mejora. En este sentido, premian unos modos de manejo de los recursos naturales que con cumplir unos mínimos (poco agroecológicos ya que se centran en la sustitución de insumos) podrán utilizar el distintivo y, además, no valoran procesos de mejora continuada hacia formas más ecológicas de manejo de los recursos naturales. En este sentido, cabe destacar que la producción ecológica que se evalúa oficialmente no contempla criterios de tipo social laboral. Se conciben como ámbitos diferenciados la ecología natural (con una acepción muy limitada, a su vez) y la equidad – justicia social.

Por último, cabe destacar que lo que representa una obligación a nivel legal y una necesidad en muchos de nuestros contextos se convierte en un perjuicio para la producción y el consumo. Para la primera, porque asume unos costes y un nivel de burocracia elevados por un servicio que no les aporta ninguna ventaja, más allá del uso de un identificativo cuyo sentido en ocasiones les resulta insuficiente; para la segunda, porque incrementa el precio de estos productos”.

¿Se pueden impulsar Sistemas Participativos de Garantía en contextos donde no surgen de forma espontánea?

“Cuando los Sistemas de Garantía Participativa no surjan de forma espontánea en un territorio pero se detecte una insatisfacción en torno a la certificación instaurada a nivel legal, no sólo es posible impulsarlos sino que además suponen una oportunidad de generar ciertos procesos de cambio social de tipo agroecológico. La base para que esto suceda es la utilización de metodologías participativas en el planteamiento del proceso.

Los Sistemas Participativos de Garantía, por sus características, son mecanismos que deberán ser construidos desde cada realidad local y grupo, adaptados a su problemática, a su contexto socioeconómico y a sus relaciones grupales. No se concibe, por lo tanto, aplicar este tipo de procedimientos a modo de recetas, por su lógica de funcionamiento, sus requerimientos de implicación personal y la visión que en torno a la producción ecológica y las relaciones personales subyace”.

FUENTE: Baserribizia

La práctica de venta a pérdidas con marca blanca de un Eroski de Madrid en directo

Dos empleadas de un establecimiento de Eroski en San Sebastián de los Reyes (Madrid) reconocen que bajan los precios de los productos de sus marcas blancas, perdiendo dinero por ellos, para utilizarlos como reclamo, en el progama Comando Actualidad de RTVE, con fecha de 8 de junio de 2011. Estas dos empleadas estaban preparando un pedido on-line con productos de marca blanca y la periodista Mónica Hernández les pregunta: "Tengo entendido que los supermercados utilizáis productos reclamo como la leche, el aceite y el pan que siempre están a un precio inferior al suyo para atraer a los clientes". Una de las empleadas asiente con la cabeza y afirma que "prácticamente todas las semanas estamos cambiando pecios y es verdad que siempre es a la baja". La periodista continúa: "es decir, ¿el supermercado pierde dinero con un producto reclamo como la leche, el aceite o el pan?". Contesta: "Así es. Con nuestra marca propia lo que hacemos es bajar el precio, perder ese dinero, a cambio de tener ese producto como reclamo para que el cliente venga a comprar aquí".

También menciona que esta práctica va en dirección contraria a la tónica de subida de precios de la mayoría de los alimentos que también se venden en dicho centro de Eroski.

Para ver el video (min. 16)

Fuente: Baserribizia

Descubrir Euskal Herria a través de la soberanía alimentaria

Crónica de Leonor Hurtado


El viaje educativo realizado a finales de mayo 2011 durante ocho días a Euskal Herria por un grupo de dieciséis norteamericanos: profesores, escritores y activistas, fue un éxito rotundo. Durante meses planificamos el viaje entre la organización no gubernamental estadounidense Food First y el sindicato agrario EHNE-Bizkaia, quien respondiendo a nuestras demandas organizó la visita a diversas iniciativas de producción local de alimentos, cooperativas comunitarias de producción y procesamiento de productos vegetales y animales, mercados campesinos, organizaciones de solidaridad y abastecimiento entre personas productoras y consumidoras, museos, bodega y txokos para degustar la exquisita gastronomía que el País Vasco ofrece. La ruta de visitas incluyó muchos pueblos y experiencias de interés en ellos (Ajangiz, Gernika, Errigoiti, Bergara, Salidas de Leniz, Aramaio, Angiozar, Abadiño, Hendaia, Donostia, Gasteiz, Villabuena, Ollerias, Urkiola, Mondragon, Zornotza).

Creíamos saber lo que encontraríamos en el viaje, pero la calidez humana, la calidad de las charlas, las innovaciones organizativas que descubrimos, la solidaridad que construimos, lo mucho que aprendimos y la alegría que compartimos, hizo de la experiencia mucho más de lo esperado. Así lo expresan todas y todos los participantes. Parecía que estuviéramos en un seminario o en un mitin de solidaridad, quienes conducían los microbuses eran miembros de EHNE y respondían nuestras preguntas, brindando información histórica y política. Pudimos comprender mucho de su cultura, organización y culto a disfrutar la vida.

El Programa “Viajes de Soberanía Alimentaria” diseñó esta experiencia. La organización no gubernamental estadounidense, Food First (Alimentación Primero, Instituto sobre Políticas de Alimentación y Desarrollo) analiza las causas del hambre, la pobreza y la destrucción ambiental, y desarrolla soluciones participando con movimientos sociales que trabajan por el cambio. Uno de sus programas es “Viajes de Soberanía Alimentaria”, el cual busca conocer las realidades del sistema alimentario global para que las y los viajeros conozcan nuevas alternativas, se identifiquen con las y los productores, y se comprometan a participar en el movimiento mundial por la soberanía alimentaria.
Primera visita

La primera visita fue a la finca y hostal campesino de Ainoha y Alex en Ajangiz. En un bello paisaje montañoso recorrimos la plantación, aprendimos de los vegetales que producen como de su experiencia, joven pareja que cree en la soberanía alimentaria y transforma su vida para dedicarse a ello. ¡Inspirador! Amanecimos en el hostal con el canto de pájaros y olor a tierra mojada. La primera reunión durante el desayuno fue con Paul Nicholson, dirigente de Vía Campesina. Todos estábamos conmovidos al escucharlo. Actualmente se están fortaleciendo redes a nivel local y estamos construyendo nuevas formas de enfrentar el poder global, creando miles de luchas a nivel local. La soberanía alimentaria ha de ser un planteamiento unificador para transformar la sociedad. Tenemos el derecho de controlar las políticas, los bienes públicos, definir lo que producimos y comemos desde una perspectiva social. Con Paul recorrimos Gernika, dos museos, el mercado, almorzamos juntos y dialogamos ampliamente. Al final del día uno de los viajeros dijo, fue impresionante conocer a Paul, no imaginé que tendría esta maravillosa oportunidad ¡oír a un dirigente de Vía Campesina!

Durante las elecciones

Estuvimos en el País Vasco durante las elecciones de autoridades locales y diputados, fue espectacular escuchar los resultados y la euforia de la población. Estábamos frente a la sede de Bildu en Gernika, la alianza de izquierda que ganó el voto rural y por primera vez ganó en ciudades grandes como San Sebastián. Una mujer cubierta con la bandera verde con la estrella de Bildu se acercó a nosotros y en inglés nos explicó la importancia de las elecciones y del triunfo. Con su cara iluminada de alegría y grandes espavientos compartía la emoción de esa lucha y el esfuerzo organizativo para no ser considerados ilegales, ¡ganamos después de más de diez años de estar ausentes! decía. Las y los viajeros estábamos conmovidos de su expresividad y espontaneidad, sentíamos estar palpando algo muy íntimo de la sociedad vasca.

Dos de los viajeros tienen abuelos vascos y aunque anteriormente han visitado el país querían descubrir más de su herencia al estar en contacto con la tierra y sus productores. Platicar y escuchar las historias de campesinos, pastores y productores de queso, los llevó a vivir viejas historias oídas en la lejanía e identificarse con la persistencia y el amor al trabajo de sus paisanos. Uno de ellos comprendió que su apellido lo escribe con “ch” y no con “tx” producto de la represión francesa que obligó a cambiar la escritura al desconocer el idioma vasco. Entonces viajeras comentaban sobre la esperanza que las invadía al saber de la capacidad de las personas de defender su cultura, su idioma y su identidad. ¡Esperanza en la humanidad!

Nekasarea

Otra de las experiencias impresionantes fue conocer algunas organizaciones de solidaridad y abastecimiento entre productores y consumidores. como Nekasarea En Estados Unidos existen organizaciones similares, Agricultura Solidaria, CSA (en inglés) en las cuales los socios pagan por adelantado la ración de vegetales que recibirán semanalmente durante un año. Las personas pobres no tienen acceso, porque no tienen dinero suficiente para pagar por adelantado, pero para los productores es indispensable este pago porque no cuentan con apoyo público, ni con préstamos para la producción. Algo innovador de las organizaciones vascas es que en ellas participan productores de vegetales, productos animales y productos procesados, además los organizadores establecen relación con productores locales de otras regiones para intercambiar productos y en los cestos incluyen naranjas y aceite, por ejemplo, que no se producen en el país vasco. Esta experiencia nos estimula profundamente y nos enseña que el sistema de abastecimiento puede ser más completo, debemos desarrollar este conocimiento para mejorar el trabajo en Estados Unidos, señaló una de las viajeras.

TAV

Una experiencia diferente fue conocer a organizaciones que se oponen al tren de alta velocidad: porque no lo necesitan, será una conexión sólo entre grandes ciudades, pone en riesgo el funcionamiento del tren local entre ciudades pequeñas, altera la vida pacífica por el ruido, y porque ocupa y daña tierra dedicada tradicionalmente a la agricultura y ganadería. El alcalde y campesinos con quienes platicamos muestran gran indignación a que se intervenga y dañe su territorio sin haber sido consultados. Consideran que es una violación a sus derechos que el poder económico esté por encima del poder del pueblo. Los comentarios entre las y los viajeros eran de indignación, es indispensable que las negociaciones entre los constructores y los afectados sean amplias, sinceras y respetuosas para resolver un problema tan complejo porque de lo contrario el conflicto se mantiene.

¡Una experiencia maravillosa!
En conclusión, todos, los y las viajeras valoramos profundamente la hospitalidad de las personas, la variedad y belleza de los lugares visitados, la profundidad de las charlas, la inspiración que brinda el contacto con los campesinos y la naturaleza, la delicia de la comida y las bebidas. ¡Ha sido una experiencia maravillosa! Agradecemos enormemente el inmenso trabajo tras bambalinas que hicieron EHNE y Food First para brindarnos esta experiencia educativa. Esta realidad confirma que los viajes educativos son una buena actividad para aprender, disfrutar y hermanar a los pueblos en la justa lucha por la soberanía alimentaria.

Itinerario de la soberanía alimentaria en el País Vasco

FUENTE: Baserribizia
 
GUK ERE IZAN GENUEN BERAIEKIN ELKARTZEKO DENBORA 2011/05/25
 
Egitarau estu horretan tartetxo bat eginez, beren arratsalde librea Donostia ezagutzen pasa baino gurekin elkartzea nahiago izan zuten. Horrela, Leonor eta Eric (eta beren herrikideak) berriro ikusteko aukera izan genuen eta beraiekin gure proiektuak elkarbanatu. Ordubete eskas egon ginen arren balio izan zuen Elkar Sarea bide onetik dihoala sentitzeko, 2008ko azaroan beraiek jarri zuten hazia jaso genuela eta orain fruitua ematen ari dela, gutxinaka gutxinaka, baina ematen ari dela.
 
Pozgarri izan da berriro elkar ikustea!
 
 

E. coli y la crisis de la horticultura intensiva

La crisis del pepino en Almería ha demostrado que el mundo globalizado puede convertir la agricultura en una actividad empresarial y rentable, pero también que las fronteras se cierran con más facilidad que se abren. Y las y los agricultores siguen siendo el eslabón más frágil de la cadena. La cosecha almeriense representa el 25% del valor del campo andaluz así que aquí también puede aplicarse el dicho: si Almería tose, Andalucía se acatarra. Sin embargo, el oleaje de la costa del plástico ha llegado mucho más lejos. Murcia, Valencia o Portugal, están viendo sus cosechas afectadas por la falta de venta. Y toda la Unión Europea puede sufrir el cierre al comercio hortofrutícola decretado por países como Rusia.

Ha bastado con un mal gesto de las autoridades de Alemania, que, antes de tener las pruebas suficientes, acusaron al pepino de Almería de ser responsable de las primeras muertes que se dieron en el norte de aquel país por la bacteria Escherichia coli. Ya van 22 fallecidos y más de 1.500 afectados. Alemania lamenta tímidamente el daño causado en los invernaderos españoles: el pepino no es culpable, dicen, pero ya lo están pagando el tomate, la berenjena, el calabacín, el melón... La recolección en el poniente almeriense puede darse por concluida. Sin que sirva de consuelo, afortunadamente la campaña estaba tocando a su fin. "Si esto llega a pasar hace un mes, el desastre hubiera sido fatal", reconocen los afectados.

Afincado en Granada en los años treinta, el escritor e hispanista británico Gerald Brenan visitó el poniente almeriense. "Cuando lo vi por primera vez podía ser el desierto del Sinaí", escribió después. Se precisaría la buena pluma de don Geraldo para describir con tino el paisaje de plástico que hoy tapa aquel desierto. Más de 20.000 hectáreas de invernadero cubren la tierra que un día fue yerma, un paisaje singular, incluso fascinante.

Almería exporta 1,6 millones de toneladas de fruta y hortalizas, el 60% de su producción, fundamentalmente a Alemania, Francia y Reino Unido. La renta en esta zona no parece la de un agricultor convencional: en los noventa, cuando se produjo el gran despegue, una hectárea daba un beneficio medio de 10 a 15 millones de pesetas, según los datos de la Fundación Cajamar, que elabora cada año estudios exhaustivos sobre el campo español. Ahora los ingresos son un 10% más bajos, pero la renta media de los productores alcanza todavía el 95% de la española, cuando no llegaba al 45% a mediados del siglo pasado.

Pero las y los agricultores, 14.000 en la zona, también se quejan, y tampoco les falta razón, a decir de David Uclés, el responsable de Estudios Socioeconómicos de la Fundación Cajamar. Para que una planta fabrique 10 kilos de pepinos sanos antes de que amanezca en los campos del norte de Europa, se necesita mucha tecnología y miles de metros de plástico que le den el calor suficiente.

Esta producción intensiva dibuja un perfil de persona agricultora singular, que cada verano acude al banco en busca de créditos para sembrar, que pasa varios controles agrosanitarios y que rellena más papeles que un abogado.

Casi nada permanece de una cosecha a otra: hay que comprar semillas (la hortaliza híbrida no se recicla), sacos de tierra fértil, fitosanitarios, fungicidas, gomas de riego, agua... ¿Y todo esto para que los tomates no sepan a nada? "Eso ya no es cierto", rechaza de plano David Uclés. "Hace años las variedades que se sembraban buscaban una alta producción y buena resistencia a los viajes y el paso del tiempo en el mercado. Ahora se prima el sabor". Uclés reta a probar el tomate raf almeriense. O la dulzura de algunas sandías. O el pepino Almería, que así se llama el que venden a los alemanes, "más dulce y no repite tanto", dicen los productores. Pero apenas se encuentra en España. La persona consumidora es caprichosa y asustadiza. Hasta en algún supermercado de El Ejido cambiaron el origen de la hortaliza: era de casa, pero figuraba como murciana.

Una de estas crisis alimentarias puede dar al traste no solo con el pepino almeriense, hasta con el melocotón valenciano. En la alhóndiga de Agrupaejido, en El Ejido, las subastas de la hortaliza dejaron la semana pasada precios de risa: los corredores, sentados en sus pupitres, están atentos a la pantalla. El precio de salida baja y baja hasta que alguno de ellos pulsa el botoncito: 0,9 o 0,10 céntimos por kilo de berenjenas o de pimientos. "A esos precios no compensa ni recogerlos", dice Juan Cervilla, que tiene sus parcelas en el pueblo de Pechina. "Además, destruirlo también es caro, lo tenemos que pagar, no se pueden tirar a la rambla. Hay que llevarlos a los vertederos y pagar por su destrucción", cuenta. O que se lo coman las cabras.

Y todo porque se desconocía el origen del brote. Las y los productores sabían que no había partido de los invernaderos. "No hace falta tener carrera, si hubiera salido de aquí estaríamos todos enfermos, que nosotros también los comemos", dice uno de ellos. Pero la crisis ha puesto de manifiesto la falta de controles que hay una vez que el producto entra en los camiones camino de Europa. ¿Quién los toca? En el peor de los casos, y ocurre a menudo, cuando llega a las tiendas, el contenido de unas cajas y otras se mezcla y con ellas las variedades y los calibres.

Decir que la agricultura se ha visto afectada es decir poco cuando se trata de una producción tan industrial. El golpe del pepino lo han acusado los camioneros, los cartoneros de los envases, los que hacen los palés donde se apilan las cajas, la venta de fitosanitarios, los semilleros. Y la marea, de ser alta, alcanzará a otros servicios, como los concesionarios de automóviles, la hostelería y los propios bancos y cajas de ahorro. La pescadilla habrá mordido su cola: el banco ya no presta tanto, el banco ya no ingresa tanto.

La agricultura, como una gran empresa, puede convertir la renta de muchas personas en un frágil castillo de naipes. Los dueños de los invernaderos esperan indemnizaciones, que nunca cubrirán las pérdidas millonarias. ¿Quién le va a pagar a El Raspilla los 1.500 euros que ha dejado de percibir en una semana con el camión parado?

A Francisco Fernández la alergia le retiró de los invernaderos y se compró un camión. Traslada las cajas de hortaliza desde los plásticos a la cooperativa Canalex, en El Ejido, la gran capital del negocio. "Soy autónomo, si no muevo el camión no pago gasoil, pero el sello lo tengo que pagar cada mes, y los seguros, y los módulos". Tiene 31 años, y dos hijos y gana entre 60.000 y 70.000 euros al año. La economía de la zona todavía aguanta, aunque los famosos mercedes que circulaban por El Ejido "ya son viejos", dice Juan Manuel Vidaña, otro agricultor. "Ahora estamos empeñados", asegura.

El futuro de esta agricultura es similar al de la convencional, al menos, en algo: no tiene herederos en la familia y las fincas corren el riesgo de irse abandonando. Pero en el reinado del plástico los alquileres de las parcelas tienen unos precios que dan para retirarse: unos 12.000 euros por hectárea, calculan en Cajamar. Hay, sin embargo, la posibilidad de mejorar, en las técnicas, en el sabor de los frutos, pero todo es costoso. Son los costes, precisamente, los que empiezan a ahogar el gran negocio: "Se han duplicado o triplicado, mientras que los precios siguen igual o han bajado", dicen los agricultores.

Los estudios de Cajamar indican que en los últimos 35 años la rentabilidad de las explotaciones, medida en euros por hectárea, ha logrado mantenerse debido al incremento de la productividad, que ha compensado también la caída de los precios. "Pero la tendencia es, como en Europa, a agruparse entre ellos. En Almería ya hay grandes grupos que son fruto "de la fusión de varias cooperativas", dice Uclés. Las grandes distribuidoras "impiden a los agricultores negociar sus precios", dice. Echan abajo el juego de la oferta y la demanda. Y de algo más allá del mar, de donde llegó en su día la mano de obra barata, se espera ahora, también, el zarpazo de la competencia. Que tardará.

También el éxito parece tener camino de ida y vuelta; el coordinador de la empresa Naturechoice, Paco Sola, extiende el brazo y acaricia el horizonte de plásticos y sentencia, enfadado con la jugada de Alemania: "Esto lo hicieron los supermercados del norte de Europa, el boom de Almería llegó de ahí". Y de ahí ha llegado el mazazo que los ha sumido en la congoja de la última semana.

La capital del plástico

Hubo un tiempo en que los agricultores almerienses cultivaban uva de mesa que se exportaba y alguna hortaliza en el litoral destinada al consumo local. Pero a mediados de los cincuenta, el Instituto Nacional de Colonización descubrió los acuíferos, en una tierra que apenas se moja 25 días al año. Los invernaderos hicieron el resto. El Ejido, la gran capital del plástico, surgió al calor de esa agricultura mágica que ve crecer un pepino de la noche a la mañana.

En los primeros noventa, cuando ya tenía unos 50.000 habitantes solo un 5% había nacido allí. Ahora viven 85.400 personas y una torre de pisos de más de 100 metros, el edificio más alto de Andalucía, señala como un dedo poderoso el corazón del negocio. No hace un año abrieron allí un Corte Inglés, mientras que la capital almeriense no puede decir lo mismo.

Jorge Viseras ha sido concejal de Agricultura durante años y es ingeniero agrónomo. Defiende los plásticos: "Esta es la única zona del mundo que ha bajado su temperatura media 0,3 grados: es por los plásticos, que reflejan los rayos de Sol. Si los quitáramos la temperatura subiría 5 o 6 grados".

Cuando se le pregunta por la capacidad de los acuíferos, dice que tienen para 30 años y "además, los agricultores están obligados a recoger el agua que cae del cielo sobre sus invernaderos". Esa agua va a las balsas que luego usan para regar.

El Ejido no ha mirado al mar, sino a la montaña y a la playa, de la que extrajo la arena para los invernaderos. El paisaje a través de la ventana no es el campo, sino los plásticos blanqueados, que, de cerca, tienen a veces el aspecto de un campo de refugiados. Pero los plásticos trajeron el dinero y a ellos se les ha concedido el privilegio de disfrutar de la primera línea de playa.

FUENTE: Baserribizia. Extraído de El Pais, Carmen Morán Otro mazazo al campo 06/06/2011

KAIKU CORPORACIÓN QUIERE ENTRAR EN ÁFRICA

¿Con qué repercusiones sociales?


Kaiku Corporación Alimentaria está interesada en seguir ejerciedo de multinacional y entrar en Africa, a través de la instalación de su quinta fábrica en el exterior (Francia, México, Chile y Argentina hasta ahora), en este caso en Túnez, aduciendo intereses de tansferencia tecnológica a países empobrecidos. Actualmente, Kaiku Corporación es el primer grupo europeo en el desarrollo de productos lácteos. Hay que recordar que el grupo suizo Emmi es su principal accionista con un 42,7% del capital-. Tal y como se está dando esta noticia, parece que Kaiku quiere ir a Túnez a ayudar o a hacer un favor, pero ¿en qué´condiciones van a trabajar sus personas operarias?, ¿adónde va a ir la producción de esa nueva fábrica? ¿qué repercusión va a tener para las y los productores locales? ¿qué repercusión va a tener en los precios de la leche para quienes producen y quienes consumen allá y en otras partes, incluida Euskal Herria?, ¿cóm o va a repartir sus beneficios? etc. Estaría bien que se diese una informacion transparente en este sentido, algo que normalmente se suele esconder, también interesadamente.

Otra hipótesis: ¡Fueron los coches! de Gustavo Duch

Hace unos meses hubo también en Alemania una crisis alimentaria por la aparición de dioxinas en algunas granjas. ¿Recuerdan? La explicación se dirigió hacia la alimentación del ganado: piensos contaminados seguramente por la utilización de residuos procedentes de la elaboración de agrocombustibles. Los sobrantes después del procesamiento del maíz o la soja para elaborar etanol son, desde un punto de vista nutritivo, semejantes a las harinas de dichos cereales. Conocido como granos húmedos de destilería, este subproducto se utiliza como un ingrediente barato del pienso que se destina a la alimentación de la ganadería industrial.

Pues bien, repasando información al respecto, en primer lugar en el documental Food, Inc. (2008) se puede ver cómo un investigador veterinario, con las manos dentro del rumen de una vaca, explica que una alimentación excesiva de las vacas con granos en lugar de pasto o forrajes, como harían en su estado natural, es un factor que favorece la presencia de cepas de la bacteria E. coli en los estómagos de esos animales, y por lo tanto en sus excrementos. Ya saben, la E. coli de la epidemia de Alemania, que acusó precipitadamente a los pepinos andaluces y que ahora señala a brotes de soja, aunque por el momento no puede confirmarlo.

Con más concreción, en segundo lugar averiguamos que desde el 2007 científicos del Servicio de Investigación Agrícola de EEUU han estudiado qué les ocurre a los animales alimentados con los granos húmedos que los coches y la industria desechan. En su centro Roman L. Hruska de Investigación de Animales para Carne, en Clay Center, Nebraska, han determinado con 608 vacunos que los animales alimentados con estos subproductos mostraron niveles significativamente más altos en sus excrementos de E. coli O157:H7. Es decir, niveles más altos de una de las variantes graves de E. coli, perteneciente a la misma familia que la detectada en Alemania.

Cuando las vacas industriales que malviven encima de sus excrementos llegan a los mataderos con las patas y los cueros sucios, el salto de la bacteria a la carne es viable. Y ya tenemos carne picada con posibilidades de estar contaminada, como ocurrió en 1982 en EEUU. Desde entonces se estima que cada año hay en ese país 73.000 casos de infección y 61 muertes por esta variante de la bacteria E. coli.

Aunque también se han dado casos de contaminación de esta bacteria en botellas de zumo de manzana, en el agua, en espinacas -y queda aún abierta la hipótesis de la contaminación de vegetales en alguna fase de su larguísima cadena alimentaria-, e incluso teniendo en cuenta que esta infección deriva de una nueva cepa, hay preguntas clave que deben obtener respuesta. ¿Necesitamos correr estos riesgos? ¿Todos los alimentos han de tener pasaporte para recorrer el mundo? ¿Hay alternativas a la ganadería industrial y al consumo excesivo de carne? ¿Es buena idea esa de los agrocombustibles? Ya sabemos que la dedicación de muchas tierras sustituyendo comestibles por combustibles es uno de los elementos clave que, junto con la especulación financiera con los cereales, explica la subida de precio de la materia prima alimenticia que tanta hambruna provoca. ¿No parece todo un despropósito? Un modelo agroganadero que provoca hambre en los países empobrecidos del sur y sustos epidémicos en los países industrializados (dioxinas, gripe A, vacas locas…).

Así que, ya metido a investigador de hipótesis, me aventuro a lanzar varias recomendaciones a quien corresponda:

Revisen, las autoridades higiénico-sanitarias correspondientes, el factor hamburguesa. Es decir, investiguen las granjas industriales y los acuíferos cercanos, para localizar el foco del contagio. Por si acaso.

Revisen, las autoridades agroalimentarias correspondientes, este modelo de ganadería industrial que nos asusta día sí y día también y que tiene el único propósito de producir seudoalimentos aparentemente baratos. Por favor.
Revisen, las autoridades políticas correspondientes, este modelo de alimentación global que guarda los mejores manjares para los coches y en el que lo que come nuestro ganado -y por tanto también los seres humanos- son los residuos. Por decencia.
Revisen también un modelo que dedica el 50% de las tierras fértiles de Argentina a producir soja, o el 30% de las de EEUU a producir maíz, siempre en detrimento de la alimentación humana y de los campesinos que en esas tierras cosechaban su bienestar. Hoy desplazados a las periferias pobres de las urbes, sus parcos ingresos solo les permiten comer en el McDonald’s de turno… hamburguesas baratas. Por justicia.

Para acabar, dos proverbios. Uno de mi amiga Marta: «La mejor garantía de seguridad alimentaria son las políticas a favor de la soberanía alimentaria». ¿Y qué es la soberanía alimentaria? Lo explica el segundo proverbio, un dicho africano que me he permitido modificar ligeramente: «Mucha gente pequeña, en muchos lugares pequeños, cultivará pequeños huertos… que alimentarán al mundo».

Igande honetan truke azoka TOLOSAN