Boicot a Los Dátiles Israelíes

¿Por qué no comprar dátiles israelíes?
La mayoría de los dátiles israelíes se cultiva en las colonias sionistas de Cisjordania, sobre tierras expropiadas por la fuerza a la población palestina. Aproximadamente la mitad de las colonias cultivan estos dátiles, que les proporcionan grandes beneficios y contribuyen a su viabilidad.
Las colonias, también llamadas asentamientos, además de ser ilegales según el derecho internacional, constituyen la punta de lanza de un sistema odioso de apartheid y limpieza étnica contra los palestinos. Para proteger y desarrollar la colonización, Israel expulsa a los palestinos de sus casas y tierras, les impide el acceso a las fuentes de agua, les agrede y acosa impidiéndoles desplazarse por su propio país, a menudo incluso para acceder a sus propias tierras de cultivo, a sus puestos de trabajo, a los centros educativos o de salud; les reduce a la miseria destruyendo sus cultivos e infraestructuras y boicoteando su economía.


Desde 2005 existe una campaña internacional de Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS) a Israel hasta que éste no cumpla con el derecho internacional y respete los principios universales de los derechos humanos. La campaña BDS se inspira en la lucha de los sudafricanos contra el apartheid, y toma como referencia la exitosa campaña internacional que se llevó a cabo contra aquel régimen racista.
Campaña de boicot a los dátiles israelíes. Haz clic en la imagen para verla a tamaño completo.

¿Cómo reconocerlos?
Los dátiles israelíes suelen ser de la variedad medjoul, también llamada jumbo, más grandes, oscuros y caros de lo habitual. Israel es el mayor productor mundial de dátiles medjoul, un 80% de los cuales se exporta a Europa. Todos los que se venden en el Estado español son importados de Israel.


El envase suele indicar «procedencia: Israel» o «procedencia: valle del Jordán». Si no aparece la procedencia hay que preguntar al vendedor.

Los exportadores son Mehadrin, Carmel-Agrexco y Hadiklaim, y sus marcas comerciales habituales (suelen cambiar de nombre para eludir el boicot) son Carmel, King Solomon, Jordan River, Jordan Plains, Jordan Valley, Kalahari, Red Sea, además de la conocida marca valenciana El Monaguillo.



¿Dónde se venden?
Pueden encontrarse en muchas fruterías y tiendas de frutos secos. También se vende una variedad bio en tiendas ecológicas. Algunas cadenas que los comercializan son El Corte Inglés y AhorraMas.



¿Cómo apoyar la campaña?
Si eres vendedor, no vendas dátiles israelíes y explica a tus clientes por qué. Si eres comprador, no los compres y exige que se ponga fin a su venta, de palabra o mediante cartas u hojas de reclamaciones.



Si quieres dar un paso más, existen cultivadores palestinos cuyas tierras aún no han sido expropiadas y que intentan comercializar sus dátiles a pesar del cerco israelí. Busca en tiendas y distribuidores de comercio justo.



Cuando El Hambre Llama a La Puerta


Esther Vivas

Llega el verano, acaba el curso escolar, y para cada vez más familias la preocupación ya no es "qué van hacer los niños en las vacaciones", sino "qué van a comer". En el Estado español, según indica UNICFEF, el 20% de la población infantil vive por debajo del umbral de la pobreza. El hambre ha dejado de ser patrimonio de los países del Sur, para llamar a nuestra puerta.

En Barcelona, el ayuntamiento detectó, a principios de año, 2.865 menores con deficiencias alimentarias. En Andalucía, el gobierno autonómico ha empezado a repartir desayunos y meriendas a más de 50 mil niños en riesgo de exclusión. En el 2010, un informe de la Fundación Foessa, señalaba que unas 29 mil familias con menores pasaban hambre en el Estado español. Dos años más tarde, ¿cuántos serán los afectados? Sin lugar a dudas, muchos más.

Pero no sólo los datos indican que el hambre infantil va en aumento, sino lo que se vive en numerosos colegios apunta en la misma dirección: pequeños que se desmayan en clase por no haber comido, otros que devoran hambrientos todo el plato en el comedor escolar, los que llevan pan con pan como desayuno. Las historias, tristemente, son interminables. Sólo hace falta preguntar, y escuchar, a quienes trabajan en escuelas de barrios y ciudades, especialmente, golpeadas por la crisis.

La malnutrición es la otra cara del hambre. Según indica la Agencia Española de Seguridad Alimentaria: un 17% de los niños que viven bajo el umbral de la pobreza sufren obesidad, el doble de quienes no tiene dificultades económicas. La crisis convierte los alimentos frescos, fruta, verdura, pescado y carne, en inaccesibles. Y la dieta de quienes menos tienen se deteriora rápidamente. Se compra poco y barato y se come mal.

La espiral de paro, escasez, desahucios y hambre atrapa cada vez a más familias. Y las demandas de ayuda para poder comer, aumentan al mismo ritmo que descienden nuestros derechos y se aplican los recortes. El Gobierno mira para otro lado y las comunidades autónomas, con considerables competencias en la materia, siguen pasando las tijeras. La tan cacareada "marca España" es sinónimo, como recogen recientes artículos en The Times o Le Nouvel Observateur, de pobreza y hambruna infantil. 

Las causas del hambre son políticas, ya sea en el Sur o en la puerta de nuestra casa. Los alimentos no pueden ser un negocio en manos de unas pocas empresas. Comer bien implica justicia y democracia en la producción, la distribución y el consumo de alimentos. Mientras la política siga secuestrada por los mercados, la banca, el agrobusiness y tantos otros señores del Capital, ni podremos vivir en paz ni comer bien.

La Vía Campesina y la Lucha por las Semillas


El Tribunal de Apelaciones de los Estados Unidos dictaminó a favor de Monsanto y sus semillas patentadas, descartando el caso por el cual los agricultores orgánicos han peticionado incansablemente. Ésta decisión ha 
dado un nuevo golpe a la comunidad de agricultores de pequeña escala, ya que fue tan sólo hace un mes que el Tribunal de Apelaciones de los Estados Unidos nuevamente afirmó de manera unánime el “acuerdo de licencia” de esta corporación de biotecnología.

Pero la Vía Campesina, el movimiento campesino  internacional que está compuesto por más de 200 millones de campesinos provenientes de 80 países diferentes, se niega a cederle el paso a la agricultura industrial. Esta semana, la Vía Campesina celebró su VI Conferencia Internacional en Yakarta, Indonesia a través de la cual reafirmó su  compromiso fundamental hacia la soberanía de las semillas.

Junto con la Revolución Verde vino la promesa de ponerle fin al hambre con el uso de sus supuestas semillas “milagrosas”. En cambio, lo único que logró fue introducir derechos de propiedad intelectual sobre 
semillas, ejerciendo su dominación sobre los pequeños agricultores – incluso su criminalización – al igual que dar pie al control sobre la agricultura por parte de corporaciones transnacionales. Según las “Leyes Monsanto”, en particular UPOV 91, sus patentes prohíben las semillas obtenidas en las propias explotaciones de los campesinos al igual que todo tipo de semillas campesinas para las cuales estas corporaciones  transnacionales hayan solicitado patentes. La UPOV 91 funciona conjuntamente con la Ley de Protección de Variedades Vegetales, la cual ha impuesto la comercialización de variedades industriales como estándar, y se refiere a las semillas campesinas como falsificaciones.

Estas políticas que han sido adoptadas por un país tras otro, han conducido al desalojo de campesinos en el Hemisferio Sur, y causan estragos en el medio ambiente.  En el Hemisferio Norte, las semillas locales han llegado casi al punto de extinción, mientras que las variedades de semillas híbridas (y a menudo, químicas y OGM) las substituyen.

“A unos 30 o 40 años después de la Revolución Verde, hemos perdido nuestras semillas,” dijo Guy Kastler, un pequeño agricultor en Francia. Kastler también explicó como él y otros activistas agricultores de Europa han viajado a América Latina, Asia y África para recolectar y aprender sobre semillas campesinas. Estos intercambios de aprendizaje dieron fruto con el lanzamiento de una Campaña de Semillas en el año 2001, propagada por La Vía Campesina. A través de esta campaña, la organización promueve la recuperación, protección y conservación de las semillas campesinas en cada una de sus regiones geográficas – 
enfocándose prioritariamente en aquellas regiones que más han sufrido las repercusiones de las políticas de semillas controladas por transnacionales.

Chile—el laboratorio del neoliberalismo—ha liderado algunas de las peores políticas agrícolas de América Latina. Francisca “Pancha” Rodríguez desafió al régimen militar encabezado por Pinochet al esconder semillas campesinas en los pliegues de su falda y cruzar la frontera para que éstas pudieran ser almacenadas de forma segura, mientras que su marido se quedó atrás luchando junto a las fuerzas revolucionarias. Hoy en día, Pancha desempeña un papel integral en la Campaña de Semillas de la Vía Campesina a través de la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (ANAMURI). Ha sido la responsable de formar a mujeres tanto en su país como en el resto del mundo. “Desde un punto de vista local, supimos entender lo que pasaría si el pueblo perdiese sus semillas,” dijo Pancha, agregando “Pero esta no es nuestra única lucha. Es una lucha universal que hemos convertido en una revolución rural”.

Chukki Nanjundaswamy, una campesina que forma parte de la Asociación de Campesinos del Estado de Karnataka (KRRS), explicó que cuando la tecnología de la Revolución Verde llego a la India en los años 60, los 
campesinos perdieron sus semillas porque se les dijo de utilizar variedades modificadas y de alto rendimiento. “Al principio, las compañías ofrecían paquetes de semillas gratuitos, pero luego, comenzaron a cobrar por ellos,” dijo. “Las semillas de alto rendimiento no crecen en las regiones lluviosas donde trabajan el 60% de los  campesinos de la India.” A través de KRRS y la Vía Campesina, Nanjundaswamy cultiva semillas naturales en su propia granja, crea bancos de semillas en distintas comunidades y junto a activistas locales, y aboga la Agroecología y la agricultura natural de presupuesto cero.

“Las semillas son vida,” dice fervientemente Nelson Mudzingwa, un campesino de Zimbabwe. “Sin semillas no hay comida, y sin comida no existe la vida.” Nelson es miembro de un movimiento local llamada el Foro de Pequeños Agricultores Orgánicos de Zimbabwe (ZIMSOFF), una organización que fue ratificada como miembro de La Vía Campesina tan solo esta última semana, pero la cual ha luchado a favor de las semillas campesinas por ya más de una década. De hecho, Nelson nos cuenta que él ha estado conservado semillas autóctonas desde que tiene memoria, ya que este proceso forma parte de la tradición agrícola local que se pasa de una generación a otra. “En mi granja, no hay ni un solo grano que crezca fuera de mi cerca,” dice orgullosamente.

Uno de los eventos principales durante la Conferencia de la Vía Campesina esta semana ha sido una feria de la Agroecología al aire libre en la cual los campesinos han intercambiado tanto sus experiencias como sus técnicas. Esta oportunidad de aprendizaje fue cerrada con una ceremonia en la cual los campesinos de cinco continentes diferentes tuvieron la oportunidad de intercambiar sus semillas autóctonas. Los  campesinos del movimiento, los cuales trabajan sobre temas complejos e interrelacionados —desde el acaparamiento de tierra al cambio climático, a la migración—afirmaron que todo comienza por tomar el control sobre sus semillas.

La Mafia de la Semillas en el Estado Español

UPA y COAG denuncian amenazas a agricultores por reutilizar semillas


El sindicato acusa a una empresa de reclamar el cobro de un canon 

M. J. F. La Alianza UPA-COAG denuncia las continuas amenazas que están recibiendo agricultores en los últimos meses, de forma reiterada, por parte de Geslive para que los agricultores paguen un canon por reutilizar su propia semilla de cereal para sembrar.

En el último mes esta asociación ha vuelto a la carga y los agricultores de Castilla y León han recibido serias amenazas en nombre de Geslive requiriéndoles un pago por el reempleo de grano para siembra, y recordándoles que en caso de no hacerlo serán embargados todos sus bienes.

Cabe recordar que Geslive es una asociación formada por obtenedores de semillas dedicada a representar y gestionar mediante la recaudación de tasas a agricultores que utilicen su propio cereal para sembrar, amparándose en los derechos de propiedad industrial sobre las variedades protegidas.

La alianza UPA-COAG califica como «indecente» las amenazas e intimidación de esta asociación que propone este nuevo atropello contra los intereses de los agricultores por reutilizar la semilla de su propia cosecha.

Por este motivo instamos una vez más a las administraciones competentes que actúen ante esta imposición perpetrada de forma conjunta, perfectamente diseñada, y lo que es peor, consentida, para agrandar las cuentas de dicha asociación.

LEY DE MEDICINA NATURAL EN NICARAGUA

El Gobierno Nicaragüense ha aprobado la Ley 774 de Medicina Natural. Gracias a ello Nicaragua se convierte en el primer país que viene a reconocer las terapias complementarias para la salud equiparando su efectividad y usos a los de la medicina alopática.
Dicha Ley define y engloba la Medicina Natural, la Ayurveda, la Naturo-Ortopática, la Holística, la Integrativa y la Nueva Medicina Germánica. Definiendo y reconociendo 29 terapias:

La Acupuntura                  La Aromaterapia                       La Ayunoterapia                 
La Barroterapia                 La Bioenergética                       Las Constelaciones Familiares   
La Cromoterapia               La Curación Energética             La Digitopuntura               
El Drenaje Linfático                    La Electroacupuntura                La Gemoterapia              
La Helioterapia                 La Hidroterapia                          La Hipnosis                         
La  Homeopatía                La Homotoxicología                   Los Masajes   
La Moxibustión                 La Ozonoterapia                       La Psicoterapia Pránica    
La Quiropraxia                  El Reiki                                    La Reflexología     
La Sauna                         La Sanación Pránica                 La Talasoterapia
La Terapia Floral                La Terapia Neural


Todos estos conocimientos terapéuticos junto con las prácticas de los sistemas de salud tradicional ancestral de los pueblos indígenas y afro descendientes han sido puestos a disposición de los usuarios de forma gratuita insertándolos en el sistema nacional de salud público. Esta decisión sin precedentes y revolucionaria integra la medicina natural con la medicina convencional para que convivan a partir de ahora en igualdad de condiciones.

Cuando se premia a los que generan hambre

Esther Vivas
Vivimos en un mundo al revés, en el que se premia a las multinacionales de la agricultura transgénica, mientras acaban con la agricultura y la agrodiversidad. El Premio Mundial de Alimentación 2013, lo que algunos llaman el Nobel de Agricultura, ha sido concedido este año a dos representantes de la industria transgénica: Robert Fraley de Monsanto y Mary-Dell Chilton de Syngenta. El tercer galardonado ha sido Marc Van Montagu de la Universidad de Gante (Bélgica). Todos ellos distinguidos por sus investigaciones a favor de una agricultura biotecnológica.
Y me pregunto: ¿Cómo puede ser que se conceda un galardón que, teóricamente, reconoce “las personas que han hecho avanzar (…) la calidad, la cantidad y el acceso a los alimentos” a quienes promueven un modelo agrícola que genera hambre, pobreza y desigualdad. Los mismos argumentos, imagino, que llevan a conceder el Nobel de la Paz a quienes fomentan la guerra. Como dice el escritor Eduardo Galeano, en su libro ‘Patas arriba’ (1998), “se premia al revés: se desprecia la honestidad, se castiga el trabajo, se recompensa la falta de escrúpulos y se alimenta el canibalismo”.
Nos quieren hacer creer que las políticas que nos han conducido a la presente situación de crisis alimentaria serán las soluciones, pero eso es mentira. La realidad tozuda nos demuestra, a pesar de los discursos oficiales, que el actual modelo de agricultura y alimentación es incapaz de dar de comer a la gente, cuidar de nuestras tierras y de aquellos que trabajan el campo. Hoy, a pesar de que, según datos del instituto GRAIN, la producción de alimentos se ha multiplicado por tres desde los años 60, mientras que la población mundial desde entonces tan solo se ha duplicado, 870 millones de personas en el mundo pasan hambre. Hambre, pues, en un planeta de la abundancia de la comida.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, la FAO, reconoce que en los últimos cien años han desaparecido el 75% de las variedades agrícolas. Nuestra seguridad alimentaria no está garantizada, al depender de un abanico cada vez más reducido de especies animales y vegetales. En definitiva, se promueven aquellas variedades que más se adecuan a los estándares de la agroindustria (que pueden viajar miles de kilómetros antes de llegar a nuestro plato, que tengan un buen aspecto en las estanterías del supermercado, etc.). Dejando de lado otros criterios como la calidad y la diversidad de lo que comemos.
Se nos dice que para acabar con el hambre en el mundo hay que producir más alimentos y, en consecuencia, que es necesaria una agricultura transgénica. Pero hoy de comida no falta sino sobra. No tenemos un problema de producción, sino de acceso. Y la agricultura transgénica no democratiza el sistema alimentario; al contrario, privatiza las semillas, promueve la dependencia campesina, contamina la agricultura convencional y ecológica e impone sus intereses particulares al principio de precaución que debería de prevalecer.
Marie Monique Robin, autora del libro y el documental ‘El mundo según Monsanto’ (2008), lo deja claro: estas empresas quieren “controlar la cadena alimentaria” y “los transgénicos son un medio para conseguir este objetivo”. Premios como los concedidos a Monsanto y Syngenta son una farsa, ante la que sólo hay una respuesta posible: la denuncia. Y señalar que otra agricultura sólo será posible al margen de los intereses de estas multinacionales.

Una agricultura sin campesinos

Artículo de Esther Vivas.
La Unión Europea parece estar empeñada en acabar con el pequeño campesinado. Así se desprende de la reforma de la Política Agrícola Común (PAC) aprobada anteayer en Bruselas. Unas medidas que benefician, una vez más, a los grandes terratenientes y a la agroindustria, en detrimento de aquellos que trabajan y cuidan la tierra.
Un solo dato: a pesar de que en el Estado español sólo 350 mil personas están dadas de alta como trabajadores en el campo, 910 mil reciben ayudas. ¿Quiénes son, pues, esos 560 mil perceptores de subvenciones que no son campesinos pero sí reciben dicho dinero? El informe Una Política Agraria Común para el 1%, de Veterinarios Sin Fronteras, lo deja claro. Se trata de empresas de la agroindustria, grandes viticultoras, supermercados y terratenientes. Sus nombres y apellidos: Pastas Gallo, Nutrexpa, Osborne, Nestlé, Campofrío, Mercadona, la Casa de Alba, por sólo mencionar los mayores beneficiarios.
Eso sí. Con la nueva PAC, ni aeropuertos ni ferrocarriles ni campos de golf recibirán más ayudas agrarias. Imagino que el robo, o desvío de fondos, resultaba demasiado escandaloso. Otros amigos de Arias Cañete, en cambio, seguirán recibiendo cuantiosas subvenciones. A destacar, su esposa, Micaela Domecq, terrateniente andaluza y propietaria de Bodegas Domecq. Ya se sabe, quien parte reparte.
Como afirma el sindicato agrario COAG, en su valoración y análisis de la reforma de PAC, “se corre el riesgo de desmantelamiento de un sector, el agrario, estratégico para nuestra economía”. Algo que no es nuevo, pero que con las actuales medidas no hace sino agudizarse. Hoy, menos del 5% de la población activa en el Estado español trabaja en la agricultura, y una parte muy significativa son personas mayores. Algo que, según los estándares actuales, es símbolo de progreso y modernidad. Tal vez, tendríamos que empezar a preguntarnos con que parámetros se definen ambos conceptos.
La agricultura campesina es una práctica en extinción. Anualmente, miles de fincas cierran sus puertas. Sobrevivir en el campo y trabajar la tierra no es tarea fácil. Y es que quiénes más salen perdiendo en el actual modelo de producción, distribución y consumo de alimentos son, precisamente, aquellos que producen la comida. La renta agraria se situaba en 2007, según la COAG, en un 65% de la renta general. Su empobrecimiento es claro. Avanzamos hacia una agricultura sin campesinos.
Y, si estos desaparecen, ¿en manos de quién queda nuestra alimentación? Creo que la respuesta es clara: en manos de un puñado de empresas de la agroindustria y la distribución que controlan cada uno de los eslabones de la cadena alimentaria, desde las semillas hasta el producto final. Cargill, Monsanto, Syngenta, Dupont, Procter & Gamble, Nestlé, Kraft, Mercadona, Eroski, Carrefour, Alcampo, El Corte Inglés… son quienes, finalmente, nos dan de comer. Y, así nos va.