Aprender a comer, aprender a vivir

Por Neus Garriga, Neus Mateu y Nacho Rubio de ENTREPOBLES

Cuando hablamos de soberanía alimentaria nos referimos al derecho a decidir quién y cómo produce los alimentos y cómo los consumimos. Es un concepto que conlleva promover y apostar por el desarrollo rural de los pueblos y, como consumidores, escoger qué alimentación queremos, por lo que resulta imprescindible encontrar espacios de producción y consumo sostenible.

 
Los comedores escolares son uno de los espacios en los que se pueden poner en práctica estas ideas.

Entendemos por soberanía alimentaria el derecho de los pueblos, comunidades y países a definir sus propias políticas sostenibles de producción, distribución y consumo de alimentos, con el objetivo de garantizar el derecho a la alimentación para toda la población, basándose en la pequeña y mediana producción y respetando las culturas y la diversidad [1]. Contiene una doble vertiente: es, por un lado, una apuesta política, y, por otro, un concepto que nos ayuda a visualizar y analizar el actual modelo agroalimentario en aras de construir una alternativa en cuanto a la producción, distribución y comercialización de los alimentos. Para llevarla a la práctica se hace necesaria una reflexión crítica sobre el funcionamiento del modelo agroalimentario y la realidad del campesinado.

En cuanto al funcionamiento del actual modelo agroalimentario, podemos intentar responder a cuestiones básicas como las siguientes: ¿qué estamos comiendo?, ¿qué procedencia tienen los alimentos?, ¿cómo y quién los produce?, ¿en qué condiciones?, ¿qué comíamos antes?, ¿qué comeremos?, ¿por qué hemos abandonado el interés por lo que comemos?, ¿por qué damos la responsabilidad de nuestra alimentación a grandes multinacionales? Todo ello sin olvidar que estamos perdiendo una alimentación sana y saludable y el hábito de consumir productos frescos y de temporada.

Por otro lado, sabemos que en el mundo existe suficiente alimento para abastecer al doble de la población mundial actual, pese a lo que más de 1.000 millones de personas pasan hambre permanente. Paradójicamente, en los lugares en los que se produce la mayoría de alimentos es en los que la población es más pobre (de los 1.200 millones de personas más pobres, el 75 por ciento son campesinos y campesinas). Recordemos que la alimentación es un derecho fundamental del ser humano y que la Tierra proporciona suficientes recursos naturales para toda la humanidad. Los latifundios se extienden por las tierras más fértiles, el agua se está privatizando y aproximadamente 1.700 millones de personas no pueden acceder a este recurso.

 
Espacios hacia un desarrollo rural sostenible

Es imprescindible encontrar espacios que nos permitan ir avanzando hacia un desarrollo rural sostenible, en el que el campesinado disponga de recursos y herramientas para producir y el consumidor pueda decidir qué quiere comer y dónde lo compra. Se dibujaría así un escenario de posibles intercambios directos entre la persona que produce y la que compra, y de respeto a la tierra y a sus ciclos.
Uno de estos espacios posibles son los comedores escolares ecológicos (CEE). Este tipo de experiencias, tanto en Europa como en el Estado Español, se están abriendo paso con mucha fuerza. Ahora bien, ¿qué nos aportan? • Fomentamos el desarrollo del mundo rural a partir del consumo de alimentos ecológicos y de proximidad, fortaleciendo el tejido social de cada zona, incentivando una producción agrícola planificada (gracias al contacto directo entre el campesinado y la escuela) e impulsando la necesidad de organizarse y crear redes. • Beneficiamos la salud infantil. Además de ofrecer alimentos libres de residuos, no transgénicos y nutritivos, se revisan los menús: más legumbres, verduras y frutas, menos platos pre-cocinados, exceso de fritos, proteína animal y bollería industrial. • Reforzamos la educación de la comunidad escolar y el trabajo en equipo. Los CEE permiten que la educación sea vivencial dentro y fuera de la escuela, que todos los actores participen, que cada uno de ellos sea protagonista del aprendizaje y se propiciemos un cambio de actitudes a partir de una educación crítica y transformadora. La cotidianidad nos perpermite reflexionar sobre cómo funciona el modelo agroindustrial y sobre las alternativas. • Defendemos el medio ambiente. La producción agraria ecológica respeta el medio y sus ciclos naturales propiciando un equilibrio estable, mantiene y aumenta la biodiversidad y potencia un uso responsable de la energía y de los recursos naturales. • Revalorizamos el trabajo en el cuidado y la alimentación como parte del cuidado de las personas. Este trabajo, tradicionalmente asignado a las mujeres, es un ámbito tan básico e imprescindible para la reproducción de la vida humana y para el funcionamiento económico y social, como invisibilizado e infravalorado. Debe servir también para superar las divisiones sexistas del trabajo. • Apostamos por la solidaridad. Desde una experiencia local puedo solidarizarme con el campesinado más cercano, pero también con el de todo el mundo.

Fuente: http://biodiversidadla.org/Principal/Contenido/Documentos/Aprender_a_comer_aprender_a_vivir

Un ejemplo en Euskal Herria
"Comedores escolares y mala alimentación" Albrt Escodal
Fuente: Revista Soberanía Alimentaria, Biodiversidad y Culturas nº 6

Que las cosas se pueden hacer de otra manera, no nos cabe ninguna duda. Que para cambiarlas hay que trabajar duro, tampoco. Y para que ese cambio se produzca hay que hacerlo desde abajo, es más que evidente. En el comedor de la escuela de Larrabetzu así se está demostrando desde hace cuatro años.

Desde que el Gobierno Vasco obligó a los comedores escolares a la utilización de servicios de catering, Larrabetzu decidió ir en otra dirección y gestionar desde la Asociación de Madres y Padres el comedor de la escuela. Fueron inicios complicados. Por ejemplo, esta decisión supuso la pérdida de las subvenciones públicas destinadas a este fin, pero también se demostró que apostar por la calidad no es ninguna utopía y que a las personas que se tachaba de locas, ahora se les piden consejos para implantar su modelo en multitud de escuelas de Euskal Herria.

La escuela de Larrabetzu cuida con mimo la alimentación de las y los escolares además de fomentar el sector primario en vías de extinción. «Se trata de crear redes para fomentar el consumo de producto local, no sólo en la escuela sino en todo el municipio. Esto no acaba en la escuela. Aún hay muchísimo trabajo ilusionante por hacer. Somos muy conscientes de que nos encontramos ante la última generación de baserritarras si no empezamos a movilizarnos. No podemos seguir esperando a que las autoridades y los gobiernos hagan ese trabajo; los primeros que tenemos que cambiar y actuar somos nosotros/as».

El proyecto de la Asociación de Padres y Madres Txinpasmendi va dando pasos hacia un nuevo modelo en todo lo relacionado a la alimentación y la agricultura, creando estrechas colaboraciones con el sindicato EHNE y GURPIDE (Asociación de productores/consumidores de Larrabetzu). También se está trabajando con MUGABEKO ALBAITARIAK (Veterinarios sin Fronteras) en la implantación en la escuela de unidades didácticas relacionadas con este ámbito. En definitiva, contagiar e implicar a toda la población en un modelo que siempre hemos tenido, pero se ha ido perdiendo. «Lo que hacemos no es nada nuevo. Es lo que se ha hecho siempre. Comprar el producto a los comercios y baserritarras cercanos y cocinarlo en la propia escuela como en casa. No tener que depender de mercados o producciones de baja calidad y lejanos. No somos unos innovadores ni unos iluminados, simplemente creemos que el camino de la alimentación y de la producción, está tomando unos derroteros donde sólo se mira el beneficio económico de las empresas que los manejan y no la calidad. Si no nos preocupamos por la salud de nuestros hijos e hijas, ¿por qué nos deberíamos preocupar? Esta es la primera generación que se alimenta peor que sus padres y madres, nunca antes había ocurrido y creemos que estamos a tiempo de cambiarlo».

El propio alumnado tiene una pequeña huerta junto a la escuela donde niños y niñas plantan tomates o lechugas que luego comen en el comedor. Los yogures son de una entidad guipuzcoana que los elabora en su propio caserío y contamos con una dietista para la elaboración de los menús.

Las cuentas cuadran: cada día se ofrece un menú de calidad y de producción local a 200 escolares por 4 euros, frente a los 11 euros que cuesta un menú de catering, de los que 7 euros son subvencionados por el ejecutivo gasteiztarra. Según los cálculos de Txinpasmendi, este modelo de autogestión ha permitido un ahorro de unos 600.000 euros a las arcas públicas en un periodo de tres años. Dato que sorprende pero corrobora que la producción cercana y ecológica, en contra de lo que se nos vende desde las instituciones, no sale más cara si se hace con una buena gestión.





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